viernes, 23 de septiembre de 2022

 

La primera marcha

En física, lo primero que estudiaban los jóvenes bachilleres, (Ahora no sé, pues los tiempos están confundidos) era el concepto de fuerza, igual a masa por aceleración, luego el trabajo, que es fuerza por espacio y después potencia, que es el trabajo por unidad de tiempo y mediante una sencilla transformación matemática, llegamos a que la potencia es fuerza por velocidad. Por eso, en mi niñez, con mi bicicleta azul, no podía subir las cuestas, porque no tenía fuerza y no podía reducir la velocidad, por ir en “directa”.

¿No os habéis fijado en los camiones, al llegar a grandes pendientes, que tienen que reducir la velocidad, porque necesitan fuerza? Lo resumimos en el dicho: “lo que se pierde en fuerza, se gana en velocidad”. O, dicho de otro modo: “La fuerza y la velocidad son magnitudes inversamente proporcionales, si la potencia es constante”

Y ya está. Perdonad, pues no es mi intención dar unos apuntes de física. ¿Y de que va a tratar este articulillo? ¿Tal vez de ansiedad?; pero desdichado de mi: ¡Qué voy a decir yo de la ansiedad, si leo libros de todo y de nada al mismo tiempo!

Lo que si voy a hacer es comentar una pequeña parte del capítulo 5º del libro Deshacer la ansiedad de Judson Brewer, en el que habla de 3 marchas, en analogía con las bicicletas.  Este capítulo 5º es el primero de la primera parte del libro, que va desde la página 67 a la 114; pero me ceñiré sólo a algunas páginas, en el que un apartado se titula, precisamente: “Primera marcha” en la página 69, y termina el capítulo con el apartado “Encuentra tu propio argumento”, en la página 78.

En estas breves páginas, he sacado una conclusión importante y es que no por leer libros buenos de autoayuda, o de espiritualidad o de física cuántica, va a curarse uno de ansiedad, depresión, fobias, etc.… o va a ser más santo o vas a dar conferencias sobre la “doble rendija”. Es un espejismo y algunos psicólogos así opinan. No puedes ir a Roma, sólo mirando el mapa y eso es lo que he sacado en limpio de las páginas a las que aludo.

Para empezar el autor hace referencia a un hombre, procrastinador (La procrastinación, es dejar para mañana, lo que hay que hacer hoy) y como resultado acabó adicto a la bebida. El patrón de hábito era este:

1.     Detonante: ansiedad por la mañana, al ver la cantidad de trabajo pendiente.

2.     Conducta: procrastinación.

3.     Recompensa: evasión (viendo películas y bebiendo copas)

El hombre se dio cuenta y tuvo suerte, le proporcionaron herramientas eficaces y llegó a superar la ansiedad y la adición al alcohol; pero no siempre es así, y muchas veces, viendo el problema, no utilizamos las herramientas adecuadas, como se indica en la página 74, con esta secuencia de acontecimientos:

1.     Detonante: empezar a conocer los bucles del hábito.

2.     Conducta: intentar arreglarlos con herramientas que conocemos.

3.     Resultado: ¡sorpresa! No funciona.

¿Qué ha ocurrido? Sencillamente, que no vamos con la marcha adecuada, ha llegado la cuesta, como el niño de la bicicleta azul y no se puede avanzar. Hay que cambiar a otra marcha para remontar. Lo vemos en el gráfico, que es bastante ilustrativo.

Estos procesos no son fáciles y no pocas veces, tenemos que realizar nuestro particular “viaje a Ítaca” y tenemos que enfrentarnos, a dragones, amenazas, tempestades… teniendo que ser verdaderos héroes para subir la cuesta y encontrar nuestro propio argumento en la película de nuestra vida, como indica el último apartado de este capítulo.

























































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