viernes, 26 de febrero de 2021


El autor de la teoría del Big-Ban, era un sacerdote católico

 


Es un hecho poco conocido. Anoche lo leí en el magnífico libro La Biblia de principio al fin. Una guía de lectura para el mundo de hoy, de Albero de Mingo Kaminouchi, ediciones Sígueme, en el apartado 3. La ciencia moderna ante el Génesis, página 45. Tomo una pequeña nota de esa página: “A inicios del siglo XXI, sabemos más acerca del universo y su evolución que nunca antes en la historia. Las ecuaciones de campo de Einstein, resultado de la Teoría de la relatividad general, hicieron posible por primera vez, en el año 1915, una comprensión global del espacio-tiempo. Observaciones astronómicas y predicciones teóricas convergieron en 1931 en lo que su autor, el sacerdote católico  Georges Lamaître, llamó la teoría del átomo primigenio, rebautizada en 1959 como la teoría del Big Bang” y aquí aparece una nota a pie de página en la que dice: “El hecho de que fuera el sacerdote católico P Lamaître el creador de la teoría que hoy llamamos del Big Bang merece ser más conocido. Lamaître partió de una solución matemática de la ecuación de Einstein que predecía un universo en expansión. En un principio Einstein no estaba de acuerdo con este resultado, pero terminó por reconocer su error. Lamaître y Einstein se hicieron amigos cuando el sacerdote ayudó al científico a establecerse en Bélgica tras la subida de Hitler al poder. Cf. D. Lambert, Un atome d’univers: la vie et l’oeuvre de George Lemaître, Namur 2011

Ante el misterio de la Creación, sólo vale alabar al Señor Dios Padre creador y aquí lo haremos con este bello himno de laudes:

 

Alfarero del hombre, mano trabajadora

que, de los hondos limos iniciales,

convocas a los pájaros a la primera aurora,

al pasto, los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,

de espacio puro y tierra amanecida.

De mañana te encuentro

Vigor, Origen, Meta

de los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía,

tus manos son recientes en la rosa;

se espesa la abundancia 

del mundo a mediodía,

y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa, si no alientas,

monte, si nos estás dentro,

ni soledad en que no te hagas fuerte.

Todo es presencia y gracia.

Vivir es ese encuentro:

Tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! 

¡Mira que es desdecirte

dejar tanta hermosura en tanta guerra!

Que el hombre no te obligue, 

Señor, a arrepentirte

de haberle dado un día las llaves de la tierra

jueves, 25 de febrero de 2021

 

Una propiedad de los números impares

La leí en la revista SUMA, en el número 19, de 1995, un artículo publicado por Ricardo Barroso Campos, en donde se enuncia esta propiedad, que describiré enseguida y se habla de Nicómaco de Gerasa, filósofo griego, del que yo, ignorante de mí no conocía, aunque es posible que me lo explicaran en mi juventud, cuando estudié Preuniversitario; pero que se me ha olvidado.

La propiedad dice: Si agrupamos la sucesión de los números impares, en conjuntos de 1, 2,… n números: 

a1, (a2, a3), (a4,a5,a6), (a7, a8, a9, a10),..  La suma delos números de cada conjunto, es igual al cubo del número de orden, que ocupa ese conjunto, en la sucesión: T1, T2,... Tn,….  de dichos conjuntos, lo primero que tenemos que ver es la relación de n con el primer elemento de cada conjunto. Si observamos un poco nos damos cuenta que los primeros números de cada uno de ellos, forman la sucesión 1, 3, 7, 13… cuyo término general es n2-n+1, por tanto el primer elemento de cada conjunto Tn  es n2-n+1, y el último n2+n-1 ( según el término  general de las progresiones aritméticas, sería el termino n, de una progresión cuyo primer término es n2-n+1 )

Lo más difícil ya está. La demostración es fácil, por inducción completa: si se cumple para el primero y se cumple para un conjunto cualquiera y para el siguiente. Se cumple siempre: 

1.- Es evidente que se cumple para T1: 1=13

2.- Se cumple para Tn: el primer término es, como hemos visto, n2-n+1. Todos los números de este conjunto forman una progresión aritmética de n términos, de diferencia 2, por lo que no hay nada más que la fórmula de la suma: (el primer término+ el último) por el número de términos dividido por dos, es decir: (n2-n+1 + n2+n-1)*n/2 =n3

3.- Si se cumple para Tn, se cumple para Tn+1. No hay más que tener en cuenta que el primer número de ese conjunto es (n+1)2-(n+1)+1 y el último (n+1)2+(n+1)-1. Todos forman una progresión aritmética de n+1 términos cuya diferencia es 2. No hay más que aplicar la fórmula de la suma y el resultado es: (n+1)3  y ya está. Se cumple, por tanto la propiedad

miércoles, 24 de febrero de 2021

 

Jesucristo, una propuesta de vida


Hace unos días, redescubrí este blog, que tenía casi olvidado. Y fijándome en el título que tenía: “Escribiendo aprendo”,  que acabo de cambiar, me he planteado hacerlo realidad y como nada sucede por casualidad, o lo que es lo mismo, eso que llamamos casualidad en realidad no existe, sino una concatenación de hechos, dirigidos por Alguien, que conducen a un fin, que a su vez es un comienzo, que nos lleva a otro fin-comienzo… como el chocolate, que tiene en la envoltura  pintada “la negra que tiene una tableta que tiene en la mano una tableta de chocolate que tiene pintada en la envoltura una negra que tiene pintada….”

Y porque cada día aprendemos una lección, pequeña, muy pequeña, ante la inmensidad de  nuestro ser, de nuestro entorno, y del universo entero. ¿Qué es el hombre? Un infinitésimo, como en el cálculo infinitesimal; pero ¡Ojo!, la suma de infinitos infinitésimos, puede ser infinita.

Pero, no he terminado: ¿Qué es el hombre, para que Te acuerdes de él?, dice el salmo ¿Y quién se acuerda? Dios en su infinita misericordia, se ha acordado de este “infinitésimo” y ese mismo Dios, se ha encarnado en su Hijo Jesucristo, que nos redimió por su pasión y muerte, para resucitar de entre los muertos.

¿De dónde me viene la inspiración, a mi ignorante y temeroso mortal? Me da igual, venga de donde, venga, como decía Santo Tomás, viene del Espíritu Santo. Y siguiendo un poco el rastro de la génesis de este humilde escrito, hace unos días, una amiga envió por “wasap”, una información sobre un libro del dominico Jesús Espeja y como yo, quiero aprender, creí que tal libro era uno que tengo desde 2010. Por cierto recuerdo cuando lo compré, que coincidí en la librería con Fructuoso Mangas, que ahora sigue estando con nosotros, en otra dimensión, no en esta. Y a lo que iba: no es ese libro, es otro, la portada está en la foto insertada. El título es el que está puesto al principio y la editorial es San Pablo.

Decido pues, aprender de las enseñanzas que puede darme este libro, que no serán pocas y por eso, quiero compartirlo, no sin antes advertir, que no voy a hacer un resumen, ni nada por el estilo, del mismo. Me servirá de soporte, en otros escritos que haga, para aprender. Lo primero que hago es echarle un vistazo al prólogo, en el que el autor en la primera página afirma: Jesucristo “palabra siempre nueva en las nuevas situaciones  con sus interrogantes que van tejiendo nuestra existencia. Ningún maestro, profeta o evangelista puede agotar el misterio de Dios que los cristianos creemos revelado en la conducta histórica de Jesucristo.

El autor apunta a la motivación de su punto de partida, que coincide en parte con la mía, salvando la enorme distancia entre el saber teológico del P. Jesús Espeja y mi gran ignorancia. A saber, indica la situación que le toca vivir y su convicción de que  Jesucristo es luz y camino para  esa plena humanización.

Ayer en la clase “On-line” del dominico Francisco Fassio dijo una frase rotunda: “Pase lo que pase, no pasa nada, porque yo sé de quién me he fiado” y ese es Jesús, el que cruzó los caminos de Galilea, calmó tempestades, sanó a los enfermos, resucitó  a muertos y el mismo se inmoló en Jerusalén, pero triunfante resucitó al tercer día de morir en la cruz.

Tal vez no haya mucho que aprender, pues todo se resume en esa frase, si nuestra fe es verdadera, como el abad Vitila, que entendió la eternidad en el canto de un pajarillo; pero es bueno que mantengamos el ansia de saber y de perfeccionarnos. Y es bueno sentirnos humildes: hoy, después de 10 años de la publicación de este libro, necesitamos más que nunca, la plena humanización; en efecto, hace poco más de un año, se pensaba que nos habíamos hecho “casi” inmortales, incluso en las conferencias de San Esteban, se nos decía que los avances de la ciencia, inteligencia artificial, medicina, informática,… nos hacían creer eso. La ciencia, se había vuelto un Titánic, avanzando sin cesar por el mar de la historia, en la que “ni Dios ni los mares podrán contra ella”, como recuerdo haber oído a D. Saturnino, el cura de mi pueblo, cuando yo tenía 7 u 8 años. Mira por donde, en ese mar, había un inoportuno bloque de hielo.

Y mira por donde que a principios del año 2020, aparece un virus, que nos hace andar precavidos, con mascarillas y confinamiento; pero por desgracia, seguimos casi igual de soberbios, ya que la ciencia, otra falacia, ha descubierto vacunas en tiempo record. Que se lo digan a miles de personas que han perdido a los padres, maridos, esposas hijos, de la noche a la mañana, sin ni siquiera haber podido despedirse de ellos. ¿Qué ha hecho la ciencia ante tanto dolor?.. Además, la sociedad ha perdido la poca fe que tenía, cuando se escribió este libro, en la que el autor apunta: “Esta nueva situación cultural es muy compleja y no resulta nada fácil a la Iglesia encontrar nueva presencia pública para ofrecer el  Evangelio. Hace varias décadas, el Vaticano II puso buenas bases para el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno; pero no sólo porque los cambios de mentalidad son muy lentos, sino también porque la misma sociedad está continuamente cambiando…” Y efectivamente, estos cambios se han notado mucho más en estos últimos diez años, que hace que se publicó el libro

Y más adelante, nuestro autor  afirma: “En este panorama social y eclesial dejo caer mi convicción: Jesucristo puede ser una ampliación del horizonte humano para esta sociedad que, buscando felicidad y vida, se ve frustrada en sus deseos más legítimos. También es clave referencial para la Iglesia que debe renovarse continuamente para mantener viva su identidad cristiana

Y ahora al terminar esta entradilla, afirmo que algo he aprendido: “Sin ti, Señor Jesús nada soy; pero contigo lo soy todo” AMEN