jueves, 24 de agosto de 2017

Algo sobre Sincronicidad

Cuando se revelan las sutilezas de la naturaleza se descubre que distan de ser simpes mecanismos, de modo que la mente ya no parece ser ajena al universo.
F. David Peat en Sincronicidad, pág. 48


Ante de comenzar, quiero a gradecer a Nati, el estar escribiendo esto, pues ayer me dio un “tirón de orejas” por no haber vuelto a escribir y dicho esto, diré, que si en aquella tarde de septiembre de 1967, no hubiera visto desde el tranvía de la C. Universitaria de Madrid a una persona, es posible que ahora estuviera haciendo otra cosa.
Todos hemos sentido determinadas coincidencias, “inexplicables”, que han cambiado el rumbo de nuestra vida o nos han sacado de un atolladero. La expresión “vi el cielo abierto”, suele pronunciarse este caso y así es, pues lo que parecía un problema de difícil solución, ya no es ni siquiera problema. Recuerdo, una anécdota, que me ocurrió, allá por los lejanos años 70, en que lógicamente no había teléfonos móviles. Resulta que tenía que seguir a un autobús que lo llevaban al taller, con un Seat 124, para recoger al conductor, una vez dejado el autobús a reparar y un semáforo se puso rojo, justo al pasar el autobús, al que yo seguía. Me vi en medio de Madrid, sin saber dónde estaba. Al ponerse el semáforo verde arranqué y de repente vi el “caballo de Pegaso” en un rótulo de un taller y entonces  “vi el cielo abierto”.
Siempre me han llamado la atención estas coincidencias y he leído a Jung, que las explica; pero no he acabado de entender su teoría. He pensado que es la Providencia, que vela por nosotros. El “Padre Eterno”, que “no permite que caiga un cabello de nuestra cabeza, sin que Él lo permita” y así es; pero esto tampoco es explicación, es fe, que “complementa al entendimiento”, según cantamos en el “Tantum ergo”: “Prestes fidei suplementum, sensuum defectui”. ¿Cómo entonces explicar esto?
Pues bien, estoy ahora leyendo el libro “Sincronicidad, puente entre mente y materia”, de F. David Peat, que está agotado; pero que afortunadamente, lo he conseguido en PDF y algo explica y puede que tenga razón. Para empezar, después de comentar en el primer capítulo un poco, sin profundizar demasiado, la relación ente el Psiquiatra C.G. Jung y el físico Pauli, en el segundo capítulo, aborda la cuestión del “Universo mecánico” y como el paradigma actual es el  “científico”: causa-efecto, mecánica newtoniana. Si cae la manzana hay gravedad y porque hay gravedad, cae la manzana. El principio de inercia, de Newton”, que estudiamos en la física del bachillerato. Los principios de la Termodinámica. Complicando los procesos, desde la partida de billar, pasando por el tenis, el fútbol, el tráfico, el crecimiento de las  plantas, bacterias, movimientos sociales, etc… ya son muchas variables causales y los efectos se escapan y para colmo aparece la teoría del Caos y la física cuántica…

La pregunta es, ¿Hay algo más? Y la respuesta del autor, en capítulos sucesivos, es sí, efectivamente, hay patrones en el universo, que ensamblan la mente y la materia. El “paradigma científico”, que impera en Occidente desde la ilustración, no sirve; pero eso lo dejaremos para otra entrada sobre este tema.

jueves, 16 de febrero de 2017

¿Por qué la luz no dobla las esquinas?
3.a

Si la luz está compuesta y se trasmite por “ondas”
 expansivas como el sonido, entonces tiene la fuerza de la palabra,
 de la Palabra iluminadora, de la Palabra hecha luz,
 de la Luz hecha Palabra en medio de las tinieblas (Jn. 1,9).


Comentamos aquí, la segunda parte de este libro, titulada “La luz ondulatoria”, que consta de tres capítulos:
1.     Tras la clave luminosa
           1.1                       De dos juventudes y una decisión trascendental
           1.2                       La llama que llama
2.     La vocación religiosa. ¿Por qué no?
3.     La vocación dominicana, porque sí.
El primer capítulo de este apartado: “Tras la clave luminosa”, no tiene desperdicio y es sumamente importante, para profesores y gente que se dedica a la enseñanza y orientación de jóvenes. La elección de una carrera, si se hace mal, va a repercutir en toda una vida y muchas veces, la elección no es correcta. Se elige, incluso a veces conscientemente, movidos por paradigmas ajenos a la verdadera vocación interior. Y no digamos por presiones familiares o del entorno. Una joven profesora de música me comentaba el caso de un chico con muy buenas aptitudes musicales, que no rendía lo suficiente en matemáticas y que los padres tuvieron la “feliz idea”, de quitarlo de las actividades musicales, para que tuviera más tiempo de estudiar matemáticas. ¿No hubiera sido mejor, dejar a el chico, desarrollar su don musical, que le llevaría sin duda a desarrollar su “don matemático”?, pues la música es matemática. Todo es número, decía Pitágoras. Pero, estoy comentando el libro de Solórzano y no exponiendo mis ideas.
Dedicaremos otra entrada, a los dos siguientes capítulos. Lo mejor es, que ahora, leáis completo el capítulo, que lo muestro aquí en PDF:  Tras la clave luminosa